Alejandro Magno, de Pietro Citati


 "El libro de Alexandre"

Está bien diversificar las orientaciones lectoras. En este caso se trata nada menos que de mi amiga Tere quien, de visita por Alicante, al preguntarle en qué andaba, me dijo que acababa de traducir una joyita. No es la primera cosa que me recomienda. Gracias a ella descubrí al comisario Montalbano, de A. Camilleri, en su estupenda La danza de la gaviota, comentada en 2012 en estas páginas. Tal vez por eso y porque había empezado a estudiar italiano y que la professoressa Patané nos habló de la serie, caí en la  2 de TVE y fui siguiendo la reposición de todos los capítulos en el siciliano original; subtitulado, claro. Me lo pasé en grande y me despertó la necesidad de volver a la isla después de 26 años de mi primera visita con tiempo y sin agobios. No pudo ser. Lo dejamos para otro momento. Volvamos pues al librito, casi opúsculo, que nos ocupa.


CITATI, PIETRO. Alejandro Magno. Barcelona: Gatopardo ediciones, 2015 , trad. Teresa Clavel. Se trata pues de una rabiosa novedad. De esta casa editora tenía noticia a través de la prensa; pero no creo haber leído nada editado por ellos con anterioridad y da la sensación, al tener el volumen en las manos, de que no hay libro pequeño para la casa, dado el cuidado con el que está hecho. La imagen de la cubierta proviene de un mosaico pompeyano que ilustra la batalla entre el persa Darío y el emperador griego. El tono crema de la cubierta, de tacto suave y mate, va acorde con el del papel de las páginas interiores. Un gusto tenerlo entre manos. Su autor (Florencia 1930) es uno de los intelectuales italianos más reputados del momento. A sus 85 años lleva escritas unas cuantas espléndidas biografías, como Goethe, Tolstói, Kafka, o Leopardi. Lo señalo por si alguno de los que pasan por aquí son amigos del género. En ellas el autor se introduce en la propia obra como personaje. Es además crítico literario de fuste y sus ensayos sobre obras del mundo griego, como Ulises o la Odisea son señeros. 


Ahora que el género histórico está tan de moda en todas sus variantes, novela histórico-biográfica, biografía novelada, el autor parece decantarse por un pequeño ensayo que aparentemente está más que bien documentado sobre la figura de Alejandro, dada la extensa y selecta bibliografía que cita y que reconoce trascribir literalmente en algunas ocasiones. A las setenta páginas de la obra se añade una cronología de la vida del macedonio. Parece habitual que, cuando alguien se pone a contar la vida de una figura histórica, sea necesario un buen tomo. Recuerdo la de Balzac escrita por S. Zweig.y comentada aquí en 2011. Con su breve extensión no hay que esperar del librito un sesudo estudio sobre el personaje, al estilo de otros bien fundados (las excelentes biografías de Robin Lane Fox (Acantilado) y Pedro Barceló (Alianza Editorial), dos de las más recomendables para todo tipo de público y que ofrecen dos caras de un mismo medallón: un Alejandro romántico y otro realista en sus ambiciones), antes bien se trata de una visión sintética de varias figuras histórico-míticas de lo que resulta un "yo" multifacético y a veces contradictorio, colérico y clemente, batallador y reflexivo, duro y tolerante: una mezcla del furioso Aquiles (dormía con un ejemplar de La Ilíada junto a su cabeza); el resistente y valeroso Heracles y el liberal Ciro el Grande, fundador de un imperio multiétnico. También el dios Dionisos fue fuente de inspiración para su vida desatada en banquetes y celebraciones. Alejandro Magno (Macedonia, 336 a.C. - Babilonia, 323 a.C.) en su corta vida tuvo tiempo de formarse junto a grandes filósofos en su adolescencia, Aristóteles entre ellos, de afianzar su poder en Grecia, de iniciar guerras y conquistar territorios, como el imperio persa, de fundar ciudades, como la de Alejandría en Egipto, en un afán irreductible por explorar nuevos paisajes y por extender los horizontes de su imperio hasta el Índico y más allá. Tenía conciencia de haber nacido para alcanzar un destino inmortal y se hacía autopropaganda a través de diversos oráculos y de la lectura interesada de las señales en el cielo. Y acabó siendo modelo de muchos otros conquistadores tan ambiciosos como él.  


Su figura acabó convirtiéndose en mítica, un héroe fabuloso, novelesco, hasta el punto de que en la Edad Media su recuerdo se mantenía en Francia o en España, y daba lugar a obras importantes, como la que da título a esta entrada. Parte de esta fama se debe a los historiadores que lo acompañaron en sus conquistas ensalzándolo como se esperaba de ellos. Su muerte añadió aura a su vida. Se habló de envenenamiento, aunque hoy los investigadores se inclinan más por unas fiebre tifoideas cogidas en el delta del Éufrates, o de una meningitis. Todo en el librito está contado de modo exquisito, a lo que ayuda la limpieza, claridad y precisión de la treducción de Clavel. Es riguroso en los hechos que narra y emotivo al describir paisajes, batallas o sentimientos, como el que embargó al emperador al morir Hefestión, que era "su" Patroclo. "Pasó un día y una noche junto al cadáver de su amigo. Lloró y se lamentó y se recluyó en su silencio. Se cortó los cabellos y los arrojó sobre el cuerpo de Hefestión" (pág. 63). Las lagunas que puede haber en esta historia son las que proceden de las fuentes incompletas en las que se basa. Para quienes quieran acercarse a la figura de este mito y no dispongan del tiempo necesario para enfrascarse en obras de más largo aliento, ésta es una obrita muy recomendable.

José Manuel Mora.      


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