Los exploradores del Meloria, de Emilio Salgari


Una de aventuras

Contrariamente a lo que se dice en el "feisbuk", y como se puede ver en estas páginas, de vez en cuando yo sí releo. En esta ocasión, y de forma absolutamente casual, al acabar el libro del Baztán (vid. supra) me quedé sin combustible y encontré en el lector electóronico, incrustado en la memoria que traía de origen, esta novelita. Al comenzar a leer, fue como si volviera a mis doce años. SALGARI, EMILIO. Los exploradores del Meloria. Barcelona: Bruguera, circa 1960 (?), Colección Historias. Aun incompleta, doy esta referencia porque es la que había por casa, acompañada de viñetas que ilustraban el texto, y es la que tuve entre manos, aunque luego, en uno de esos traslados o expurgos acabara dejándola de lado.


Como dice con frecuencia Savater, Salgari (1862-1911) es una de las mejores maneras de despertar el apetito lector. Yo sabía que había leído de él algo siendo un crío y no conseguía recordar su título. Y, mira por dónde, apareció sin buscarlo. Ya sé que nadie se baña dos veces en el mismo río y que los ojos del lector adolescente no son los míos de ahora. Sin embargo he querido acabarlo para saborearlo con otra perspectiva. Por eso adelanto que no es un libro para los adultos actuales, aunque considero que puede seguir siendo válido para despertar la imaginación de los lectores preadolescentes, a pesar de tanta "tableta", tanta consola desconsolada, tanto móvil y tanta red social. Así pues, allá va.


Que unos pescadores capturen en sus redes un pequeño baúl herméticamente cerrado, que acaba por mostrar lo que encierra, un plano aparentemente incomprensible para sus descubridores, es un buen comienzo para azuzar la intriga. Si quien se ve capaz de descifrarlo es un doctor que ha navegado y sanado las enfermedades de sus compañeros pescadores, y que informa de que se trata de un canal subterráneo que parece unir el Adriático, a la altura de Venecia, con el Tirreno, en el golfo de la Spezia, y propone además su exploración, el interés se acrecienta. En el momento en que el patrón y dos de sus marineros, junto con el doctor Bandi encuentran la entrada de la galería y se introducen en las entrañas de la tierra, pasamos a un mundo cercano al Verne y su Viaje al centro de la Tierra, al de los escritores de novelas de aventuras decimonónicos.


Seguramente, para mi mente infantil lo importante eran todos los sucesos que ocurrían en esta travesía: erupciones volcánicas interiores, explosiones de grisú, derrumbes, peleas con tiburones, y sobre todo la amenaza de un antiguo compañero de barca, enloquecido por la posibilidad de descubrir un tesoro, el Eslavo, que se convierte en el auténtico antagonista de la historia.  Ahora veo además el truco que el escritor utiliza: como en un diálogo socrático, el patrón Vicente no para de admirarse de todo lo que descubre en ese mundo oscuro y no para de preguntar. Y el doctor, un pozo de sabiduría decimonónica, va explicando la importancia de los yacimientos, las características del gas explosivo, la frecuencia de los terremotos, como si de un "buscador" de los de ahora se tratara. Además de sabio es valiente e ingenioso. Así que el adulto sabe que la aventura se coronará felizmente, pero tal vez la mente sin demasiada malicia vibre ante los mil peligros que afrontan en su recorrido subterráneo. Yo recuerdo que leía atribuladamente aquellas páginas cuyas viñetas me ayudaban a imaginar mejor la aventura.Gracias a este libro empezó mi curiosidad y mi pasión por Italia y aquellos mares de nombres tan remotos, para ubicar los cuales necesitaba el atlas de mi asignatura de Geografía. Haced la prueba con gente de doce años y luego dejáis aquí los comentarios.

 José Manuel Mora.
 

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