Así que usted comprenderá, de Magris


 Recrear el mito...

No siempre llega uno a los autores en su momento, el de los autores o el propio. Uno sabe, de oídas, que Magris es una de las grandes plumas de la Literatura italiana actual (Trieste, 1939). Sabe, o lo mira en la wiki, que tiene fama de gran ensayista, y algo ha leído sobre su El Danubio (1997), libro de viajes, misceláneo, y muchas otras etiquetas posibles, que estuve tentado de llevar en mi periplo del verano pasado al Imperio Austro-Húngaro (en su lugar llevé a Màrai y su Tierra, tierra, opción de la que no me arrepentí; vid en estas mismas páginas el comentario pertinente de hace una año). Decidido a yudar en la profundización de la crisis del sector, sigo recuperando libros que están por casa y que aún no he leído, éste de Matías.
 

 La delgadez de su formato (53 págs. que lo ubicarían en la novella, más que en el género mayor de la narrativa que aquí conocemos por novela) me ha animado a bebérmelo en un par de ratos. MAGRIS, Claudio. Así que usted comprenderá. Barcelona: Anagrama, 2007. Trad. de J.A. González Sáiz (magnífica). Hay algunas razones extras, además de su brevedad.


 Ya el título resulta sugerente por varios motivos: un nexo consecutivo para empezar anima a conocer las razones por las que se supone la "comprensión", lo que lleva a la lectura del texto. Esta frase se encuentra encabezando el último párrafo del libro, lo que la ubica en su lugar de conclusión. Luego la contracubierta nos pone en la pista de entendimiento de lo narrado: se trata de una recreación del mito órfico, en concreto de la historia de Orfeo y Eurídice. .



Para los de ciencias: Orfeo ejercía como músico capaz de amansar a las fieras y a los hombres (genérico, también a las mujeres, claro, y más a éstas, por su trato delicado; se le acusó de enamorar con su música incluso a efebos). Compuso además infinidad de poemas y cantos para los que se acompañaba con su cítara. Fue el fundador de los rituales órficos en honor de Dionisos y Apolo, y acompañó a los Argonautas a la búsqueda del vellocino. Todo un historial, necesario de  conocer para adentrarse después en la imagen que de él nos presenta Magris. Y lo hace a través de la mujer a la que enamoró, Eurídice, que murió por el veneno de una sierpe. Cuenta el mito que el cantor se arriesgó a adentrarse en el reino del Hades, el de los muertos, para ir en su busca, pero que no logró hacerla volver (Véanse las múltiples versiones de la historia, ambientada una de las más famosas, incluso, en el carnaval carioca, con una banda sonora espectacular: Orfeo negro). 

Lo más sorprendente para mí en esta nueva "revisitación" (que no sé muy bien por qué usan los modernos, ¿no valdría "revisión"?) del mito es, junto con la perspectiva (Eurídice desde el Hades se dirige a un "Usted", que es Presidente de la Casa de Reposo eterno en la que se encuentra, el mero averno), el tono que emplea la mujer / Magris. Hay un distanciamiento, a través de la ironía, de lo vivido cuando aún se estaba en el territorio de los vivos; distanciamiento que incluye la desmitificación de su enamorado, de su actividad poética (ella se atribuye parte del mérito como inspiradora o como correctora previa; usaba los laureles para el puchero). No hay distancia sin embargo ante la historia de amor vivida entre ambos, en la que también ella llevaba la voz cantante guiando al torpe músico hasta sus más íntimas fuentes de placer. 

¿A qué se debe, pues, esta doble actitud de la "expositora"?  A que parece que hay mucho de autobiográfico en el librito. Magris perdió hace poco a su mujer y el libro parece, además de un homenaje, una explicación de por qué la mujer decide no volver con Orfeo al mundo de los vivos donde tan feliz fue (no, no voy a destrozar la historia contando las razones, que tienen su enjundia). Tan sólo Lázaro se decidió (o lo decidieron?; el "Levántate y anda" era bastate conminatorio) y mantuvo luego un silencio de tumba sellada sobre su experiencia.
Me ha encantado ese vaivén entre la broma y la mirada de suficiencia sobre el pobre vate, y la enternecedora historia de amor que deja entrever en sus confidencias al Presidente. Condensado, ameno, divertido, tierno. Y además breve. ¿Qué esperáis para echarle mano? 

José Manuel Mora. 




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